Deliciosos dulces y postres a base de las mejores lúcumas orgánicas

Deliciosos dulces y postres a base de las mejores lúcumas orgánicas
Sabores que endulzarán naturalmente su paladar

domingo, 25 de abril de 2010

Historia de la Lúcuma



Curioso es constatar que el ingreso de la lúcuma en la historia del Perú moderno siguió la pauta trazada por Kon-Iraya, el dios fabuloso de la leyenda, que apareció ante los ojos humanos inicialmente escondido bajo el disfraz de una personalidad poco atrayente. Los cronistas del Perú español, como todos los que vinieron desde más allá del mar, sentían muy poca atracción por fruta tan extraña, un “alimento de indios” que seguía la apariencia del poderoso y bello Kon-Iraya, bajo el disfraz de mendigo despreciable, poco atractivo para las gentes. El padre José de Acosta, estudioso jesuita naturalista que mucho escribió del Perú, nos decía en 1590, al hablar de los alimentos de esta parte del mundo: “…se hallan otros géneros de frutales y frutas más roseras, como las que llaman lúcumas, de cuya fruta dicen por refrán que es madera disimulada”. Y no se quedaba atrás Garcilazo De La Vega en 1609, cuando decía que la lúcuma “ es fruta basta, no nada delicada ni regalada, aunque toca antes en dulce que en agrio ni amargo ni se sabe que sea dañoso para la salud, más que es manjar bronco y grosero”:

Las cosas fueron cambiando, sin embargo, como tuvo lugar en forma dramática el final de la leyenda; y empapado ya con los múltiples aromas de los campos del Perú, don Antonio Raimondi, sabio milanés que descubrió y describió el Perú palmo a palmo, comenzó, a mediados del siglo XIX, la reconciliación del gusto europeo con el perfume y el “sabor agradable” de nuestra lúcuma y, unas décadas después, en su Manual de Herbolario Peruano, G. Luna nos explica la existencia del legendario disfraz: con varios tipos de lúcuma pues “la que se cultiva en las huertas de la costa peruana tiene frutas muy agradables” y las otras, también descritas por R. Franciosi en su Manual de Cultivo de Frutales forman un trío que tiene que aprender a vivir separadamente: la lúcuma de seda, cuya pulpa es suave, dulce y agradable; la lúcuma de palo, de constitución más áspera, que corresponde a lo que don José De Acosta y otros cronistas del siglo XVII calificaron como “frutas groseras”, y otras entre las cuales está la lucma (no lúcuma) de la selva.

El lúcumo, el árbol adulto que produce lúcumas, crece hasta alrededor de diez metros de alto y cuando no es podado tempranamente tiene un tallo simple, cilíndrico y enhiesto, un tronco viril y enérgico como lo describe la leyenda, y fácilmente puede servir de eje o apoyo al accionar de un telar indígena. La madera del tronco es pálida, compacta y duradera, tanto que puede usarse para la construcción o para la confección de objetos utilitarios.

Prospera en los valles interandinos y costeros del Perú en temperaturas con tendencia uniforme entre 20 y 22º C. No resiste las heladas y enraiza en suelos secos, bien drenados, con irrigación artificial. Es muy frágil ante las inundaciones y no crece bien en climas muy calurosos donde se desarrolla otra variedad llamada lucma (Pouteria macrophyla). Aunque es más frecuente y más cultivado en los valles costeños, se planta también con éxito en zonas andinas hasta una altura de 2,500 msnm. Las regiones con mayor producción de lúcuma en el Perú son Lima, Ayacucho, La Libertad, Cajamarca y Huancavelica.

El árbol se reproduce mediante la semilla, realizándose el almácigo después de quebrar la dura cáscara que la envuelve o de desnudarla por completo. Las plántulas pueden ser trasplantadas a 5 metros de distancia mutua y reciben bien el injerto de variedades de calidad comprobada. Cuando se cultiva para uso comercial o industrial, es conveniente orientar la forma final del árbol mediante podas bien planeadas. El primer año se corta el tallo principal a un metro del suelo para provocar la formación de brotes laterales que han de constituir la base de la copa. En el segundo año se cortan estos brotes primarios a 35 cm. de su base para abrir la copa en forma armoniosa y, después del tercer año, ya no hay más podas, excepto por razones de limpieza. Se obtiene así un árbol no muy alto, de copa al fácil alcance humano para simplificar la cosecha.

El lúcumo fructifica a partir del cuarto año en los injertos y a partir del quinto en plantas de semillas. La edad ideal para la cosecha es después del décimo año, cuando es frecuente obtener 200 o 300 frutos por árbol. Existe, desde luego, información escrita sobre control de plagas y enfermedades.

Las hojas del lúcumo son ovales o elípticas, de un verde brillante y oscuro. Las flores son pequeñas, tubulares, amarillo-verdosas, hermafroditas, con cinco a siete sépalos velludos que, en el fruto maduro, permanecen adheridos al punto de inserción del pecíolo como una llamativa estrella.

http://www.prolucuma.com/Main.asp?T=3130

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